8 jun 2011

cuentos para dormir

Fue un domingo a la media noche cuando las reces llegaron hasta el lugar golpearon la aldaba, ellos buscaban al augur, una peculiar jirafa con dientes de piraña, una sola oreja ojos de cebra, patas de cabra y cinco colas de monos, este había formado parte de la congregación de estos animales, este se escondía en el ático del aposento ya que era conciente del destino que le esperaba. El mismo en un viaje de meditación había sido manipulado por unos pájaros agoreros, estos sostenían que el fin del mundo llegaría pronto y que la única forma de salvarse era unirse a su religión. Como todos los años el verdadero plan maligno de estos cuervos era reunir gente y ofrendarlos en una gran hoguera en la agora del pueblo y así rendir culto a su dios llamado Treos una mezcla de cuervo con águila y cuello de avestruz.
Los cuadrúpedos debían cumplir con la consigna pues sus escrituras se basaban en no poder abandonar la secta una vez que el miembro fuese condecorado con la prez tras haber pasado por varios pasos de iniciación. El castigo por haberse alejado y cambiar de ideología era la muerte.
Nadie contestaba la puerta las reces eran animales obstinados y tercos ellos tenían la certeza de que este ser se encontraba en el lugar, habían sido informados por un zorro, a este pelirrojo nunca se le escapaba nada en aquella aldea, fue así que tumbaron la puerta sin dudar, subieron hasta donde se encontraba el hombre que mientras rezaba temblaba a más no poder esperando ya con mucha intriga el fin del mundo.
Al entrar los cornudos les leyeron sus derechos los cuales apuntaban nada más y nada menos al fin de sus días por la tierra, en el cual se desarrollaban solo un tipo de muerte.
Consistía en introducir al mismo en una caja llena de argamasa donde este sufriría por días mientras la mezcla tardaría en secarse.
Lo llevaron y se cumplió al pie de la letra, claro que no contaban con la astucia de estas aves, que no permitirían que el alma de éste se pierda sin que ni para que, mientras que ellos contaban con la misma para cumplir con el cupo requerido de vidas, fue así que llegaron hasta el lugar, llevaban aljabas que esta vez no tenían flechas si no martillos para hacerse con el cubo y liberar momentáneamente a aquel que los salvaría.

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